Juan Pablo es médico de la Pontificia Universidad Católica y hoy impulsa una start-up médica que une sus grandes pasiones: el humanismo médico, el encuentro cercano con los pacientes y la tecnología al servicio de las personas.
En esta entrevista nos comparte cómo fue descubriendo su vocación, las experiencias que marcaron su camino y el impacto que tuvo su paso por el colegio en su formación personal y profesional.
Cuéntanos de ti, ¿cómo te defines y a qué te dedicas hoy?
Me defino, en esencia, como un joven bueno para conversar y observar. Egresé de medicina el 2024, disfrutando mucho de la carrera. Soy el tercero de cinco hermanos y me encanta el jazz.
Hoy me encuentro descubriendo mi camino, combinando lo que me atrae de la medicina con mi quehacer diario. Actualmente estoy impulsando una start-up médica que reúne y simboliza lo que más me apasiona: el humanismo médico, el encuentro con el paciente, y la tecnología puesta al servicio de las personas. Todo esto orientado a la atención primaria chilena.
¿Qué factores crees que influyeron en ti o inspiraron para descubrir tu vocación como médico?
La medicina como área es muy amplia, y de alguna forma cada uno puede interpretar la vocación médica de distintas maneras. Ir descubriendo mi lugar ahí ha sido un proceso gradual y entretenido. Entré a la carrera por mi gusto a las células y sus mecanismos, sin embargo, al poco tiempo comencé a tener experiencias con pacientes y me pareció genial. La especial relación de confianza que se genera y la posibilidad de ver la experiencia humana en todo su ciclo me encantó. Ya más avanzado, comencé a ver en la cancha otros factores que afectan la experiencia del paciente y su enfermedad, desde el sistema de salud y su acceso hasta el contexto y cultura. Con tantos temas interesantes presentes, uno se cuestiona qué valorar y cómo aportar como persona. Esto me parece que es la vocación.
Mirando en retrospectiva, la respuesta se fue dando sola. Hoy en día puedo decir que mi vocación es el humanismo médico, es decir, enfocarse y promover la parte humana del encuentro médico-paciente y reconocer la vivencia personal de la enfermedad. Con este norte he podido ir decidiendo en qué enforcarme, siendo actualmente en el uso de tecnología como vehículo para optimizar esta interacción.
Durante tu etapa universitaria fuiste presidente del Centro de Estudiantes de Medicina UC. ¿Qué aprendiste de ese liderazgo?
Aprendí lo entretenido y gratificante que es trabajar en equipo con una misión clara, y como esto es más valioso que cualquier habilidad técnica. En nuestro caso, la motivación vino tras ver a una Escuela fragmentada post-estallido social, en que la separación por visión política primó por sobre un sentimiento de pertenencia y unión. Pensando en la Universidad y Escuela como un espacio de ejemplo hacia afuera, logramos juntar un equipo con visiones e historial político sumamente distintos, evidenciando el momento para conversar todos juntos. Durante el año trabajamos con este propósito y con el desafío de la vuelta a la presencialidad. Recuerdo la experiencia con mucho cariño.
A inicios de año participaste en una misión médica en Chad, país del centro de África, ¿Habías tenido otras experiencias previas de misión que te motivaran a sumarte en esta expedición médica? ¿Qué significó para ti esta experiencia?
La misión a Chad tuvo como objetivo renovar el convenio de colaboración que la UC mantiene con el Hôpital Bon Samaritain, institución con la que la se han hecho actividades desde el 2009, con un foco en la colaboración mutua y sostenibilidad. Chad tiene 20 millones de habitantes, y el Hospital cuenta con una de las tres facultades de medicina del país.
Mi motivación principal para sumarme fue explorar la antropología médica, es decir, cómo la salud y la enfermedad se entienden y viven en contexto cultural sumamente distinto. Los aprendizajes en esta línea fueron muchos, y de lo más bonito fue la disposición y amistad que se generó con los médicos y estudiantes locales, siempre desde la visión de pares. ¡Quedó mucho por seguir aprendiendo!
Vienes llegando de una pasantía en informática clínica en Texas, un área que cruza la medicina con la tecnología. Cuéntanos sobre esto, ¿Cómo ha sido esta experiencia y qué potencial le ves a esta área para transformar la forma en que se ejerce la medicina?
La experiencia fue genial. Me permitió conocer desde adentro un sistema de salud muy distinto al chileno, analizando su historia, incentivos, y por qué funciona de la forma en que lo hace, con sus vicios y virtudes. Dada la inversión con la que cuentan, la tecnología está muy desarrollada, estando en la vanguardia del uso de Inteligencia Artificial en salud.
Pude poner lo visto mano a mano con lo aprendido durante mi internado en hospitales de la capital y mi trabajo a principio de año como médico general en el Hospital de Vilcún, en la región de la Araucanía. Con esto en mente, me parece que los principales potenciales de la tecnología son dos: que el tratante mire y conecte más con el paciente, y que el paciente esté más empoderado de su situación de salud e información.
Mirando hacia atrás, ¿cómo tu formación en el Colegio Cumbres influyó en la persona que eres hoy?
Influyó de gran manera, desde el ejemplo de profesores, las amistades, el deporte y la música. Desde el lado de habilidades, destaco especialmente la formación para hablar en público, la cual uno se da cuenta una vez en la Universidad. Desde el lado valórico, ha sido especialmente importante y agradezco mucho la formación católica y las diversas actividades en esta línea. Independiente de la decisión religiosa posterior que pueda tener cada uno, la importancia puesta en estos valores y otorgada a la dimensión espiritual acompaña después, lo que agradezco mucho.
¿Qué valor o aprendizaje adquirido en el colegio te ha acompañado en este camino?
El mayor aprendizaje que me ha acompañado es el de preguntarse activamente por el resto y considerarse herramienta de Dios, poniéndose a esa disposición. Esto en contra de poner el foco en uno mismo.
¿Hubo alguna persona en el colegio que haya sido clave en tu camino profesional y a quién te gustaría agradecer?
Recuerdo a muchos profesores con cariño, me gustaría destacar especialmente a dos.
El profesor Hugo Retamal de básquetbol. Estando en la selección desde tercero básico hasta cuarto medio me enseñó mucho, siempre con su alegría. Mirando en retrospectiva es y fue un claro ejemplo de tener una misión y vida clara, haciendo su trabajo con cariño y alegría, dedicado al resto.
El profesor Iván Peña, profesor de lenguaje y jefe de mi curso los últimos años de media. Compartiendo hace poco en nuestro último asado de curso nos recordó con su presencia por qué fue un gran profesor de lenguaje. Con su ejemplo nos enseñó sobre la capacidad que tiene la persona de impactar positivamente al resto, y no solo por medio de textos, arte o poesía.
En una palabra o frase… para mí, mi colegio es…
Para mí el Colegio es una imagen: Una madre con un hijo pequeño, con un gran paisaje por delante. La madre diciéndole en qué fijarse al niño, con qué tenga cuidado y qué vale la pena, dándole un pequeño empujón para que emprenda el viaje.
¿Qué mensaje les darías a los actuales alumnos del Colegio Cumbres?
Que lo pasen bien, que saquen buenas anécdotas y se rían harto.
Que participen de selecciones o actividades extraprogramáticas.
Que miren la formación católica positivamente, independiente lo que crean a futuro.
Que hagan asados de curso cuando se gradúen.
Y que le agradezcan a los profes.